Esta entrada la comparto con todos mis paisanos y los que tienen curiosidad de nuestra historias y no han escuchado de ella durante su años de vida.



Se trata de la historia de Yuan Ming Yuan (Jardín del Brillo Perfecto), considerado como el Jardín de los Jardines.

Es jardín más magnífico de la historia China, en conjunto ocupa una extensión de 3,46 millones de metros cuadrados con un paraíso de colinas, estanques, lagos, árboles antiguos y sus palacios alojaron colecciones del tesoro imperial durante un siglo y medio. Sin embargo, el palacio fue saqueado durante el ataques: la invasión Franco-Británica de 1860. Posteriormente fue quemado con los miembros que vivían en el jardín por orden de Lord Elgin.

Durante 139 años, se sirvió como centro de administración, vacaciones y propósito de vida para seis generaciones de emperadores Yongzheng, Qianlong, Jiaqing, Daoguang y Xianfeng en la dinastía Qing. Era el jardín imperial más grande y lujoso, con muchos sitios de paisaje que representan diferentes estilos de jardín chino. Tiene muchas características artísticas y arquitectónicas únicas.

Les dejo una lectura de Victor-Marie Hugo poeta y novelista, considerado por muchos el más importante de los escritores en francés. Quien le escribe al Capitán Butler quien encabezo el ataque al palacio.

El saqueo del Palacio de Verano (Carta al capitán Butler)

Hugo, Victor

Pide mi opinión, señor, sobre la expedición a China. Usted considera esta expedición honorable y bella, y es lo bastante bondadoso como para atribuirle alguna importancia a lo que siento; para usted, la expedición a China, llevada a cabo bajo la doble bandera de la reina Victoria y el emperador Napoleón, es una gloria que comparten Francia e Inglaterra; y quiere saber en qué medida apruebo yo esta victoria inglesa y francesa.
Ya que quiere conocer mi opinión, aquí la tiene.
En un rincón del mundo había una maravilla del mundo; esa maravilla se llamaba Palacio de Verano. El arte tiene dos principios; la Idea que produce el arte europeo y la Quimera que produce el arte oriental. El Palacio de Verano era al arte quimérico lo que el Partenón es al arte ideal. Todo lo que puede generar la imaginación de un pueblo casi extra-humano se encontraba allí. No era, como el Partenón, una obra rara y única; era una suerte de enorme modelo de la Quimera, si es que la Quimera puede tener un modelo.
Imagine una construcción inefable, algo como un edificio lunar, y tendrá usted el Palacio de Verano. Construya un sueño con mármol, jade, bronce, porcelana, tállelo en madera de cedro, cúbralo de piedras preciosas, envuélvalo con seda, conviértalo aquí en santuario y allá en harén o en ciudadela, póngale dioses, póngale monstruos, barnícelo, esmáltelo, dórelo, maquíllelo, haga construir por arquitectos que sean poetas los mil y un sueños de las mil y una noches, agregue jardines, estanques, chorros de agua y espuma, cisnes, ibis, pavos reales, imagine en una palabra una suerte de caverna deslumbrante de la fantasía humana con aspecto de templo y palacio; así era este monumento. Fue necesario, para crearlo, el lento trabajo de dos generaciones. Este edificio, tan enorme como una ciudad, había sido construido a través de los siglos. ¿Para quién? Para el pueblo. Porque lo que construye el tiempo pertenece al hombre. Los artistas, los poetas, los filósofos, conocían el Palacio de Verano; Voltaire habla de él. Se decía: el Partenón en Grecia, las Pirámides en Egipto, el Coliseo en Roma, Notre-Dame en París, el Palacio de Verano en Oriente. Quien no lo veía, lo soñaba. Era una suerte de extraordinaria y desconocida obra maestra que se percibía a lo lejos en un crepúsculo, como una silueta de la civilización de Asia sobre el horizonte de la civilización de Europa.
Esta maravilla desapareció.
Un día, dos bandidos entraron al Palacio de Verano. Uno saqueó, el otro incendió. La victoria puede ser una ladrona, según parece. Una gran devastación del Palacio de Verano causada a medias por ambos vencedores. En todo esto se ve mezclado el nombre de Elgin, quien tiene la cualidad fatal de recordar el Partenón. Lo que le habían hecho al Partenón se lo hicieron al Palacio de Verano de manera más acabada y mejor, sin dejar nada. Todos los tesoros de todas nuestras catedrales juntas no igualarían este espléndido y formidable museo de Oriente. No sólo había allí obras maestras del arte; había un montón de objetos de orfebrería. Una gran hazaña, un buen negocio. Uno de los dos vencedores llenó sus bolsillos, viendo lo cual el otro llenó sus cofres; y regresaron a Europa, tomados del brazo, riendo. Tal es la historia de los dos bandidos.
Nosotros, los europeos, somos los civilizados, y para nosotros los chinos son los bárbaros. He aquí lo que la civilización le hizo a la barbarie.
Para la historia, uno de los dos bandidos se llamará Francia, el otro se llamará Inglaterra. Pero protesto, y le agradezco la oportunidad de hacerlo; los crímenes de los que gobiernan no son culpa de los gobernados; los gobiernos son a veces bandidos, los pueblos nunca.
El Imperio Francés se embolsó la mitad de esta victoria y exhibe hoy, con una especie de ingenuidad de propietario, el espléndido baratillo del Palacio de Verano.
Espero que llegue el día en que Francia, liberada y limpia, devuelva ese botín a la China expoliada.
Mientras tanto, me consta, hay un robo y dos ladrones.
Ésta es, señor, la medida en que apruebo la expedición a China.



El gobierno ha hecho esfuerzos en la restauración del palacio.